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Ahora Comunidad Zaraholgazana se transforma en EL SANCHO DE DON QUIJOTE






6/02/2008
PENDIENTE
Por: Alberto Palacios Ávila
Tenía la cara aplastada, literalmente, como un cadáver que ha pasado semanas boca abajo, impregnado con formaldehído en una mesa de disección. Esa fue mi impresión. No sé si estaba muerto, pero sus órbitas hundidas casi emaciadas; y su inconsistente y heterogénea palidez no podían ser si no la de alguien que se encuentra en el proceso que acaba con un montón de huesos; pero él estaba ahí mirándome, de una forma que irradiaba una asquerosa ternura.

No había una parte en mi cuerpo que no me doliera, hacía apenas unos segundos que había despertado de la dulce inconsciencia; me incorpore y la primera cosa que noté fue al extraño personaje que bien pudo haber sido verdugo y guardián de mi sueño, estático, con los ojos nublados. Pero la confusión que cubría mis pensamientos, como una capa oscura e insoportablemente pesada hizo que aquella grotesca escena fuera tan incomprensible y escasa de memorias y justificaciones como mi toda vida pasada; es muy probable que durante la que sin duda fue la golpiza de mi vida (aunque en ese momento no lo habría sabido), el lóbulo temporal de mi corteza cerebral haya sufrido un grave daño.

-¿Estás contento?, ¿esto era lo que querías?- Preguntó con un timbre que me resultó tan familiar como lo estaba empezando a ser su deforme rostro. Aquella pregunta tenía tanto sentido para mí, como lo tiene un pingüino en monociclo; pero el sujeto parecía realmente querer la respuesta, y comenzó a repetir sus cuestionamientos una y otra vez, cada vez con un volumen más alto y una impaciencia evidente, lo cual se acabó volviendo nauseoso y exasperante.

Traté de incorporarme a la posición en la que estaba inicialmente en el piso, traté de ocultar mis ojos bajo sus cortinas de piel, pero el acostarme sobre la gran mancha de sangre aún fresca, resultó sumamente incomodo. Finalmente me quedé sentado, adolorido, confundido, mirándolo para tratar de recordar lo que fuera, la identidad del sujeto, la mía. Todo fue inútil, estuve así por un rato hasta que el dolor me cobijó nuevamente bajo la inconsciencia.

Habría dado todo por despertar en otro lugar, mantenía la esperanza que se siente en los últimos momentos de los malos sueños, cuando el subconsciente te avisa que todo estará bien, que la realidad te espera al despertar. Pero en este caso la realidad y la pesadilla eran la misma cosa.
Seguía ahí, jamás sabré cuanto tiempo fui vencido por el desmayo, o si sólo fue un síncope, pero él no se había movido de su sitio. –Vamos... sígueme- murmuró mientras levantaba ligeramente la comisura de sus labios, pero yo sabía que en ese momento una sonrisa era tan reconfortante como una patada en las bolas. –Ya lo recordarás todo- y después de decir esto, se dio la vuelta y comenzó a caminar lentamente. Lo miré alejarse sin inmutarme siquiera y por primera vez miré también la habitación en la que me encontraba. Era muy pequeña y se mantenía iluminada con una de esas lámparas cilíndricas de gas que están en los salones de las escuelas y que al romperse y explotar producen un sonido delicioso. Las paredes lucían como piel chamuscada y cuyas capas se van desprendiendo dejando una variedad colorida, del piso sólo recuerdo lo jodidamente frío que estaba. No había ventanas ni ventilación de ningún tipo, tan sólo la puerta que en ese momento mi verdugo abría, accionando una vieja manija oxidada que produjo un ruido que lastimó mis oídos (probablemente lo único que no me dolía ya).
La curiosa esperanza de una probable libertad a corto plazo fue mayor que la incertidumbre, así que me levanté casi de manera automática apoyado de la pared y me dispuse a seguirlo.
II

Al salir por la puerta, sentí como el dolor desaparecía de golpe y una parte de las memorias antiguas regresaban; al mirar mis manos me percaté que no había sangre en ellas y mi rostro ya no se sentía como una enorme costra. Aún no lograba despojarme del todo de la confusión, sin embargo sabía perfectamente lo que tenía que hacer.

Caminé por un par de horas bajo la insípida noche de la ciudad, las calles aunque ya no lucían como zona de guerra, me parecían desgastadas y sin valor alguno. Hasta hace algún tiempo el caminar así, solo, bajo la cobija de la urbe obscura para tratar de reconciliarme con mis pensamientos, más que el fruto de la cotidianeidad o de la necesidad forzada se había convertido en una extraña adicción; sólo así lograba sobrevivir al insomnio torturante, como el que solo puede tener alguien repleto de culpa hasta el último intersticio.
Cuando llegué a su casa ella me esperaba ya recargada en el marco de su puerta, lucía tan linda que resulta inútil cualquier descripción por cualquier medio; aunque hace mucho que he perdido la objetividad (entre muchas otras cosas), pero sé que no me culparían de exagerado. Del bolsillo de mi abrigo saque un sobre y al entregárselo y mirar sus ojos me doy cuenta que vale la pena el arriesgarlo todo por nuestro plan. Después de un rato ambos ya caminábamos bajo la luz de los escasos faros del Eje central que se encontraba desierto y silencioso.
Mientras tanto comencé a recordar la primera vez que la vi, ambos estudiábamos en el CCH. Yo solía sentarme en el espacio que esta justo entre la pared exterior de los laboratorios y la jardinera y C como fiel escudero, y como amigo (a pesar de la dificultad que ante cualquier circunstancia presentan las definiciones) trato no pocas veces de darme un poco de valor para acercarme a ella, sus razones tenía.

B solía pasar caminando con ese peculiar estilo tan atractivo, arrastrando un poco los pies, como flotando entre los miserables terrenales; a veces llegaba a mirarme, parecía incluso que ya sabía que podía encontrarme tumbado en aquel rincón de la escuela, a pesar de lo geocéntrico que esto pueda sonar.

Compartíamos solo una clase, aunque en el aula, más de una barrera de butacas, nos dividía un muro invisible que yo cimenté, hice crecer y no tenía planeado derrumbar. C sabía tan bien como yo que B. nos ayudaría en nuestro plan, por eso decidimos acercarnos; quiso la suerte de un viejo juego de manos que yo fuera el elegido para dar el primer paso. Pero tan solo el comenzar a hablarle, me resultó tan difícil como ninguna otra cosa que recuerde; para desgracia de mí ya desgraciado amor propio, sabía que a pesar de su indudable apariencia perfecta, ella era sumamente inteligente. Era capaz de dejar media escuela derribada en el piso tras un comentario lo bastante inteligente e irónico, de tener esa virtud tan tristemente escasa en estos tiempos de mirar a los ojos al charlar y de dejarme boquiabierto y sin saber que decir, no dudo que pensara en ocasiones que era un tonto. Antes de darnos cuenta ya estaba metida hasta el cuello en nuestro plan. Los detalles sobre como acabamos relacionándonos son increíbles y bellos, aún ahora me lo parecen. Eso fue hace seis años.
Ahora caminaba junto a ella, y observaba como su forma de caminar seguía siendo la misma. En el asfalto yacían restos de periódico, levanté uno que parecía corresponder a la primera página de ése día. Fechado como 14 de septiembre de 2010, hablaba de la alegría colectiva por la cercanía del gran festejo. Solté una discreta carcajada burlona.

-No saben lo que les espera B.- Le dije con un tono de confianza exquisita, estaba sin duda en un estado que se acercaba mucho a la felicidad. Habíamos acordado pasar esa noche en casa de C, al día siguiente nos reuniríamos con todos los demás. Pero esa noche, todo se iba a ir al demonio.

Me recuerdo recostado en una cama, emocionado, repasando el plan en mi mente, una y otra vez de una forma casi embriagante; no podía dormir y me levante para tomar un trago. Pero al salir de la habitación, una sensación de muerte inminente me atravesó el cuerpo como una descarga eléctrica, mis ojos no podían, no querían ver lo que estaba pasando justo en la sala, mis oídos igual de necios trataron de bloquear su percepción. Y entonces la ira me dominó al grado de perder el control voluntario de mis movimientos. Obligué a C, a salir de su propia casa, y después de un rato se encontraba tirado en el suelo boca abajo sobre un pequeño lago de sangre, muerto. Entonces desperté del trance en el que la ira me había metido, y me quede sentado a su lado cubriéndome los ojos con las manos, tratando inútilmente de contener las lágrimas. Ella se me acercó lentamente –Ya estás listo- me dijo al oído. La tomé de la mano, y nos fuimos del lugar.
Encontramos donde pasar la noche, y el sueño logró vencerme. A la mañana siguiente, B desapareció. Yo caminaba por las calles, cegado y enfermo a muerte, de desesperación, sabía que tenía que encontrarla, mantenía entonces un optimismo inocente. Después de algunas horas de búsqueda inútil, un golpe en la cabeza me apagó las luces.

III

Ni siquiera recuerdo la golpiza; que considerados al tratar matarme mientras yo estuve inconciente. Me doy cuenta que no puedo moverme a pesar de que lo intento, y el charco de sangre sobre el piso helado es lo más incomodo que recuerdo haber sentido.

Afuera la ciudad está destruida. Sé que ella lo mira todo y sonríe, que lo planeó todo, sé que su traición me tiene aquí. C está frente a mí, con la cara destrozada por mi culpa, no se si está vivo o muerto, sólo se que ahora gracias a él ya puedo recordarlo todo. -¿Estás contento?, ¿esto era lo que querías?- me pregunta nuevamente, y yo levanto la comisura de mis labios. Pero en el fondo quisiera verla otra vez, mirarla caminar, que se acerque a mí, no saben lo que haría.

De mi abrigo saco un sobre blanco, en su interior hay una hoja de cuaderno, de un cuaderno del CCH, una simple hoja de papel que jamás me había atrevido a darle, tiene escrito algo que me recuerda lo triste y lo dulce que es sentirse vulnerable, lo fácil que es una estafa, lo mucho que deseo estar muerto. Afortunadamente no tengo que esperar mucho.

“B:
Esto duele...duele de verdad. Aquí, adentro.
Se siente profundo y duele mucho.
No, no es dolor... mejor explico, o lo intento:
es una opresión torácica que se irradia al abdomen
y un poco a los brazos, ambos. Calor o
sensación de ello, palpitaciones.
Es tan fuerte que estimula a los músculos de
mi rostro y entonces sonrío.
Duele tanto que es delicioso, increíble.
Me gusta.
Me complace que sea permanente, que sea por
tu causa, por tus gestos, por tu inteligencia,
por la forma en que disfrutas de las cosas al
apreciarlas, aún cuando el resto las ha olvidado
(tontos).
Me agrada que llegue de repente y que no lo

pueda explicar, sentirme vulnerable.
Mucho.
Citando a alguien que conoces: ‘creo que vienes
de otro mundo’
Estoy cayendo,
y no existe alguien más con quien pueda llevar
este plan si no es contigo
Estoy cayendo a un profundo abismo que hace
mucho me esperaba, desde aquí puedo ver lo
que hay en el fondo,
y me asusta.
Tuyo hasta ese día: A. P
.”
IV

-¿Supiste que fue de A. P?

-Sí, ayer lo visité en el hospital, juro que no
lo reconocerías. Está ahí sentado en un rincón
repitiendo una historia absurda una y otra
vez, como una maldita grabadora, no aguanté
mucho verlo. Creo que nunca superó lo de B.
–Lástima de tipo, pero ni modo, ¿oye, vas a ir
mañana al Zócalo?
–Seguro, no me perdería el festejo.
–por cierto C, ¿No tenías unas ideas locas de
eso hace algunos años?
–No inventes, eso fue cuando estábamos en el
CCH, eran malviajes adolescentes, eso y nada
más.

FIN

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1 Comments:

increible

15 enero, 2013  

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